lunes, 30 de julio de 2012

Un regalo de cumpleaños insólito

Iba a ser su cumpleaños y su amiga pensó en darle una sorpresa para sacarla del desánimo y la apatía.
Estaba desmotivada desde su separación hacía ya diez meses. Átona, inapetente y pasota. Si pensaba en enamorarse lo descartaba al segundo, si pensaba en follar, la idea le gustaba más, pero le daba una pereza enorme buscarlo. Todo se le hacía cuesta arriba y nada le apetecía. Ni siquiera las escapadas cortas a las que era tan aficionada.

El día que cumplió los 35, su amiga le dijo que tenía que acompañarla a buscar la sorpresa. Las dos entraron en una especie de club, en el que había gente corriente de todo tipo: hombres, mujeres, maduros, más jóvenes, trajeados, de atuendo informal… y ninguno, profesional del sexo.

La condición que le había puesto su íntima amiga era que tenía que dejarse tapar los ojos y seguir las indicaciones que le iría diciendo.

Ella aceptó, no de muy buen grado, porque no tenía ganas de rollos, pero decidió que se dejaría llevar si la cosa no iba muy lejos.

Su amiga le dijo que iban a entrar en otra sala y que iba a tener que probar algo para decidir qué le gustaba más.

Entraron y su amiga la guió hasta una zona en la que salían por unos huecos cuatro penes, que ella aún ni había visto ni sabía que estaban allí. Entonces la amiga le dijo: arrodíllate y abre la boca. Vete probando y el que más te guste será mi regalo de cumpleaños.

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