martes, 17 de julio de 2012

Erotismo en letras

Por que el erotismo no solo esta en imágenes o en vídeos aquí les traigo un relato que encontré navegando en Internet, dejen volar su imaginación así como yo lo hice leyendo este relato




Nuestra historia en el bar

Siempre termino el día sentado en esta mesa, ¿o debería decir que comienzo la noche en este bar?. Estar solo a mi edad tiene sus beneficios, generalmente todas las noches son distintas, aunque las historias tengan el mismo final. Ya sea a las 12 de la noche o a las ocho de la mañana del día siguiente me quedo solo. Pero hay algo que nunca cambia, y eso es mi paso por este bar a tomar un café.
No es rutina ni costumbre, es porque este lugar me atrae, me tranquiliza y a la vez me motiva. Por una parte son sus paredes, su rustica decoración, su ambiente tranquilo; pero por otro lado hay un componente que me motiva: Esa es Cintia, es un poco más joven que yo, alegre y dinámica lleva adelante el bar como si fuera propio. La veo reírse, hacer chistes y responder con cancha y soltura los innumerables avances de los tipos que fantasean con ella. Su cuerpo no es exuberante, no tiene tetas enormes y pantalones ajustados que demarquen su culo, por el contrario, aunque es atractiva su vestimenta siempre es tranquila, aunque le es imposible disimular su innata sensualidad.
Unos jeans gastados, una camisa apenas abierta en el cuello, un poco holgada, pero que deja imaginar la totalidad de sus pechos que apenas se contornean en su perfil.
Se acerca a mi, su enorme sonrisa es como para un aviso publicitario.
-¿hola, lo de siempre?- me pregunta antes de llegar a mi mesa
-si, lo de siempre- respondo yo, sintiéndome terriblemente rutinario y predecible en mi pedido, pero no puedo evitarlo.
Las mesas vacías por lo avanzado de la hora hace que mi café no demore. En menos de diez minutos ella se acerca nuevamente a mi mesa con el pedido.
-¿cansada?- le pregunto con ánimo de conversar con ella
-hoy ha sido una noche tranquila, demasiado para mi gusto- me responde mientras me sirve el café
-mejor para vos, menos trabajo- agrego yo tratando de sonreír, pero me es imposible, lo que naturalmente me sale en las rápidas conquistas fiesteras y totalmente pasajeras, frente a Cintia se convierte es una mueca estúpida que rápidamente desecho.
-no te creas, a veces no es bueno tener tiempo para pensar, una siente sola- dice mientras no abandona su sonrisa publicitaria.
Miro nuevamente las mesas vacías, estamos solamente ella y yo en el salón.
-¿tenés cinco minutos?, te invito un café y conversamos- le ofrezco antes de que yo mismo me de cuenta
Me mira sonriente, descubro una mueca de compromiso incómodo en ella
-mirá, no quisiera perderte como cliente, no soy fácil, ¿sabés?- responde ella apenas mirándome.
-no es para levantarte, necesito alguien con quien charlar, y vos necesitás no pensar- sostengo su mirada ansioso
-si, eso es verdad…- su sonrisa se ablanda un poco.
-apenas te aburras o te sientas incómoda te levantás, y aquí no ha pasado nada- ahora mi sonrisa se dibuja apenas, pero esta vez es sentida.
-¿promesa?- me interroga
-promesa- respondo yo con el burdo gesto de llevarme la mano al corazón y levantar la otra en solemne señal.
-bueno, esperame que me traigo un café- me dice
La veo alejarse, pero esta vez es distinto, la seguridad de que vuelve a mi mesa me pone absolutamente nervioso. Siento en mi estómago un millón de mariposas que revolotean.
Viene hacia mí, su rostro ha cambiado, la veo más relajada, más auténtica.
-no es fácil para mí esto- me dice mientras deposita ambos cafés.
-no te entiendo- pregunto yo un poco desorientado
-vos sos un cliente, no puedo mostrarte mis lados ocultos, saldrías corriendo- me dice mientras una vez más me muestra su sonrisa.
-ahora soy un amigo, o si querés soy un oído dispuesto a escucharte, sin condicionamientos, sin límites- digo yo
-¿Qué te proponés?- Ella me mira extrañada, por un instante se pone seria
-vos hacés mucho por mí, aunque no lo sepas…-hago una pausa para que ella digiera mis palabras
-¿yo?, ¿como, cuando?- pregunta sorprendida
-me gusta mirarte cuando atendés la barra, me sacás de la soledad- le digo
-¿soledad?, andáaaa, me he cansado de ver como te levantás minas, pendejas, no tan pendejas…- rie con ganas
Si hubiera sido un partido de fútbol, este sería el momento en que el árbitro me cobraría posición adelantada.
-no es lo que vos pensás, uno tiene sus necesidades, pero esto es distinto- hago una pausa para apurar mi café, mientras imagino al jugador ensayando una disculpa ante el juez de línea.
-siii, seguro- acota ella
-¿vos pensas que yo intentaría llevarte a la cama como una aventura más?, vengo todos los días y aunque no quieras o no lo sepas, vos sos un poco parte me vida- le digo mientras me sorprende a mi mismo la sinceridad repentina de mis palabras.
Ella mira hacia todos lados, las mesas vacías están todas en orden.
-tengo que cerrar- me dice sonriendo
-disculpame si te ofendí, no quise…- no se como seguir, como remontar el abrupto final que ella propone.
-nooo, no es eso!, esperame que cierro, no tengo ganas de que venga más nadie y charlamos más tranquilos.- me dice mientras una sonrisa relajada y tremendamente sensual se presenta ante mis ojos.
Se levanta rápidamente, se aleja con paso presuroso, mientras corre las cortinas y comienza a apagar las luces, solamente las cercanas a nosotros quedan prendidas, yo me levanto a acomodar un par de sillas de la última mesa que fue desocupada, hace ya un rato, ella a poca distancia corre la última cortina. Se gira, mientras yo sin darme cuenta también giro hacia ella. Quedamos de pie, pocos centímetros nos separan. La miro a los ojos mientras ella muerde suavemente su labio inferior. No somos capaces de tomar distancia, por el contrario nos acercamos aún más. Nuestros labios hacen contacto y se produce el primer beso, apasionado y feroz. La abrazo con fuerza y la atraigo hacia mí. Por primera vez mi verga se revela contra mi ropa y delata mi evidente estado excitación. Sus manos se posan en mi espalda, ella también estrecha la distancia.
-uhhh, veo que hay alguien que necesita atención- me dice traviesa
-me gustás…me volvés loco- digo yo en voz baja, casi inaudible
Un nuevo beso, esta ves mis manos recorren la distancia desde su espalda hasta sus tetas, ella hecha su cabeza hacia atrás, dejando su cuello a mi alcance. Con suaves besos bajo desde su oído hasta su garganta, mientras mis manos ya desprenden su camisa. Sus maravillosas tetas son presas de mis caricias. La levanto con suavidad y la siento sobre la mesa, su camisa ya reposa sobre una silla, al igual que su sostén. Mis labios van en busca de sus pezones, mientras sus propias manos me acarician la nuca. Beso sus tetas con indescriptible placer, aumentado por sus suaves jadeos. Sus manos bajan hasta mi cintura, buscan el borde de mi remera y tiran hacia arriba. Apenas me saca la remera, ya está en mi cinturón, su mano se distrae un segundo y se apoya en verga, tremendamente dura. La acaricia suavemente y reemprende la tarea de desprenderme el pantalón. Yo deslizo mis manos por debajo de su falda, acaricio sus muslos mientras ya siento como mi ropa se desliza hacia el piso, mi pija dura y parada es tomada por sus manos suavemente. Nos miramos y un nuevo beso nos une, apoyo mi verga contra su vagina, solamente su tanga nos separa. A tientas ella levanta sus caderas mientras yo quito la última barrera entre nuestros sexos. No la penetro, simplemente me apoyo mientras siento su respiración contra mi cuello, estamos profundamente abrazados, desnudos. Sus tetas se apoyan contra mi pecho, mientras mi verga se refriega en su entrepierna. Nuestros movimientos son exactos y acompasados. No puedo más, la miro fijamente mientras la cabeza de mi verga encuentra esa hermosa cavidad ya humedecida por sus propios flujos. Su jadeo se ahonda, sus uñas se clavan en mi espalda mientras yo arremeto amorosamente contra ella.
-me estoy volviendo loca- dice ella
Yo no respondo, simplemente no puedo, la sensación de sentir sus músculos vaginales al contraerse contra mi verga, sus piernas atenazándose en mi espalda y sus uñas en mi piel, hacen que yo comience un lento movimiento hacia ella. Empujo y me alejo lentamente. Sus gemidos son como una música celestial, sus caricias son el complemento perfecto al aroma de su piel, a sus ojos abiertos que me miran entre llenos de gozo y suplicantes por que no me detenga.
Cada arremetida mía es respondida por un gemido y por un leve movimiento hacia mí, innumerables veces se repite esa hermosa sintonía. Comienza a temblar, se desmorona hacia atrás sobre la mesa. Recostada se abandona a mis embestidas. Graves gemidos salen de mi boca. El glorioso espectáculo de ver su hermoso cuerpo desnudo sobre la mesa, sus brazos abiertos y su cabeza que gira a un costado y al otro gimiendo poderosamente me lanzan hacia el final.
Sus ojos se abren, me mira fijamente entre jadeos y resoplidos
Sigo sin articular palabra, la única realidad de mis sentidos es el tremendo placer que siento. Ambos comenzamos a temblar, ya mi semen la invade mientras yo me siento el más feliz de los seres sobre la tierra. No puedo parar, quiero seguir embistiendo, quiero seguir sintiendo el eléctrico contacto de nuestros sexos, que a esta altura ya son uno solo mientras ella se abandona al orgasmo que la cubre entre gemidos y jadeos casi enloquecidos.
Las fuerzas me abandonan, agotado y satisfecho me recuesto sobre ella mientras mis últimas embestidas, lentas y profundas marcan el final de un polvo novelesco.
Nos abrazamos con fuerza, nos besamos una vez más. Ríe plácidamente y con suavidad.
-esto es una locura- me dice al oído
-Me gustan las locuras- respondo aún posado sobre ella
-¿como sigue esto?- me pregunta ella mientras me separa un poco para mirarme a la cara.
-no tengo la menor idea, pero si se que quiero que sigamos juntos- le doy un beso más.
La historia no tiene un final, simplemente porque esto fue anoche, y mientras yo escribo en mi notebook, ella aún duerme a mi lado, en mi cama.

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