lunes, 30 de julio de 2012

Mi peluche y la mejor tarde de mi vida

Era un día muy caluroso y el cielo estaba despejado, faltaba poco para que terminaran las clases.
Al llegar a casa no había nadie, de modo que me quité el uniforme y me puse una camiseta ceñida de tirantes y mi falda preferida, que era corta y hecha de un tejido vaporoso.
Luego fui a la cocina para prepararme la comida.
Cuando terminé de comer regresé a mi cuarto y encendí el ordenador. Tras navegar un rato comenzé a aburrime, así que sin pensarlo mucho acabé abriendo una, página porno que visito con regularidad.

Comenzé viendo algunos vídeos, ninguno me exitaba demasiado, pero al cabo de un rato me dí cuenta de que no podía aguantar más. Me quité la ropa interior y comencé a acariciar lentamente mi clítoris. Primero un lado, luego el otro, luego ejercía una pequeña presión sobre él, luego lo pinzaba..., me estaba calentando mucho; metí un dedo en mi vagina para coger un poco de aquel líquido, lo extendí sobre el clítoris y comenzé a acariciarlo más rápido, sentía un gran placer, pero no era suficiente, necesitaba más. Cogí un peluche con muchos bultos que estaba sobre mi cama y lo puse en el suelo. Acto seguido me quité la falda, no podía aguantarme más, sentía una insacible necesidad. Me coloqué sobre el peluche. El simple tacto me hizo sentir un placer inmenso.
Pero no me detuve, comenzé a mover mi pelvis sobre él. Cada contacto me producía un escalofrío. Aún quería más. Para aumentar la fricción empezé a mover también el peluche, tan rápido como pude. Mantuve el movimiento hasta que llegó el momento. Me quedé totalmente paralizada, mi espalda se arqueaba sin control, un placer que nunca había sentido hasta entonces recorrío todo mi cuerpo, estuve así unos segundos, los mejores segundos de mi vida. Cuando acabó caí en el suelo.
El sol se filtraba por la ventana, notaba su calidez en la cara y en la parte inferior de mi cuerpo, que estaba totalmente desnuda.
Inconscientemente mi mano se posó en mi abdomen, desde donde se deslizó de nuevo a la fuente de mi placer. Al entrar en contacto con el clítoris lo sentí hinchado, pero aun así, me sentí bien. Intenté levantarme, pero no podía cerrar las piernas sin sentir esa hinchazón. En ese instente sentí unas ganas inmediatas de ir al baño, y, en cuanto me senté en la taza, de mi comenzó a salir un líquido opaco, blanco y viscoso que nunca había visto.

Desde entonces nunca he vuelto a pasar por una experiencia así, pero desde luego, ese peluche se ha convertido en mi compañero favorito en las tardes aburridas.

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